PETER PAN

Él me prometió que sería muy feliz en la isla. Al principio era divertido; cantábamos, gritábamos, volábamos, no había adultos que nos dijeran que hacer. Entonces, los niños comenzaron a morir.

A veces se accidentaban al correr por el bosque, algunos caían por los riscos o eran devorados por las bestias. Otros morían ahogados por las sirenas. Los que no se perdían o se lastimaban, simplemente enfermaban o fallecían por la desnutrición.

Pero a él no parecía importarle.

 —Ya los olvidarás —me decía—, ¡a volar! ¡A volar todos!

Yo era diferente al resto de los chicos. La magia no me afectaba como a los demás. Seguía creciendo y estaba dejando de ser un niño.

Y eso no le gustó.

Ningún chico debería pasar por lo que yo he pasado. No puedo dejar que más niños vengan a este lugar. Voy a vengarme, aunque sea lo último que haga en esta vida.