REFLEJO

—La tía abuela no me deja quitar ese maldito espejo.

—¿Por qué te molesta tanto? Es lindo.

—Mira. —Nos paramos cerca del espejo y Natalia miró. El balcón del apartamento de enfrente se reflejaba a través del amplio ventanal. Desde la terraza, un hombre siniestro nos observaba fijamente. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.

—¿Quién es ese sujeto? —murmuró mi prima, incómoda.

—Nadie. Hace años demolieron el edificio de apartamentos de atrás, ¿recuerdas?

A nuestras espaldas se levantaba una construcción completamente distinta de la que mostraba el espejo. Natalia palideció y yo le devolví una mirada sombría.

Coloqué cortinas en la ventana y por un largo tiempo, evité mirar hacia el espejo. La sensación de que me observaban persistía. Dos meses después me mudé a otro sitio.