—Maya, te ves absolutamente deslumbrante después de tu última cirugía. Eres una verdadera obra de arte.
Maya sonrió con engreimiento al escuchar aquella voz seductora. Pero al mirar con atención su reflejo, sintió una creciente inseguridad.
—No sé, Claire. ¿No te parece que aún falta algo? No me siento del todo satisfecha.
—No, desde luego. Tienes demasiada grasa acumulada en las mejillas. Nada que una buena bichectomía no pueda remediar.
—¿Realmente crees que necesite otra cirugía?
El marco del espejo se iluminó, al tiempo que liberaba una risa maliciosa.
—Querida, siempre hay margen para la mejora. No te conformes con menos. Juntas podemos alcanzar la perfección.
Maya tomó un lápiz labial con manos temblorosas y lo llevó a su boca deformada, incapaz de resistirse a la voluntad del espejo. Mientras continuaba mirándose y su mente se llenaba de dudas y miedos. Atrapada en un ciclo interminable de perfeccionamiento ilusorio, presa de aquel objeto que la consumía lentamente.