VENTISCA
—¿Sigue ahí?
—Sí. Ahí está.
—¿Qué hace?
—Sigue moviéndose, no lo veo del todo bien… creo que quiere entrar en la cabaña.
—Dios mío, Harold, esto no puede estar pasando. Tenemos que estar soñando.
Eso mismo deseaba yo. Si esto era una pesadilla ya era hora de despertar.
A través de la ventana, distinguí la silueta del intruso que nos acechaba. Llevábamos horas atrapados e incomunicados a causa de la ventisca. Aunque incluso sin esta tormenta de nieve, ninguno de los dos se habría atrevido a salir.
No mientras él continuara afuera, aguardando por nosotros.
—Alguien tiene que venir a ayudarnos. Pronto.
Volví a mirar por la ventana, con miedo. El hombre de nieve alzó una mano y me saludó, esbozando una macabra sonrisa.